16.1.10

El pelo y Manuel

Siempre, pero siempre, Manuel quizo tener el pelo como Nico Sarandí. Corto, pero no lo suficiente como para no poder tener aquellas puntas erguidas hacia el cielo, levemente caidas por efecto de la gravedad, y siempre mojado (aunque Nico jamás iba al baño en el recreo o en medio de la clase).

En varias oportunidades Manuel intentó imitarlo, sin éxito: demasiado corto, demasiado largo, demasiado poco puntiagudo. De hecho jamás supo mantener el pelo mojado por más de 13 minutos. Manuel miró con envidia aquel cabello negrísimo y brillante por años. No entendía porqué era tan difícil de lograr su mayor anhelo.

Un día, en casa de Nico, Manuel le preguntó acerca de su corte de cabello:
M: - ¿A qué peluquero vas?
N: - ¿Yo? Al de siempre, al que está sobre la avenida. Jorge, un capo. Lástima que es un amargo de Racing.
M: - Ah... si ya sé cual es... ¿Hincha de Racing? ¡Que puto! ¡No van a salir campeones más!
N: - No, ni en pedo, son amargos y son malísimos... El único que zafa es Capria, que golazo el segundo...
M: - Tuvo ojete, el arquero armó como el orto la barrera, son todos horribles... Bueno che, capaz vaya al peluquero ese, porque el mío parece que se muda a Adrogué, dice que ahí está la guita...

Había mucha gente en la peluquería. Todos tipos grandes y evidentemente, de buen pasar económico. Uno de ellos, en la solapa de una agenda, tenía una lapicera Parker igual a la de Nico. Pasaron dos o tres personas y el peluquero lo llamó a Manuel.
Manuel le explicó detenidamente, detalle por detalle, como quería el corte de pelo. El peluquero pareció entender.
Peluquero: - Ah... si... siempre viene un pibe de tu edad mas o menos, o más grande, que se hace el mismo corte.
M: - Sí. Nicolás Sarandí debe ser, él me pasó la dirección.
P: - ¿Y te vas a hacer el mismo corte que el pibe ese?
M: - Si... ¿por?
P: - No, nada... dejá, cuando seas más grande vas a entender. Esperame un segundo que traigo la maquinita y vuelvo.


Manuel dejó la peluquería con una sonrisa enorme y se fue a su casa, seguro de sí mismo y de la potencia de su corte de pelo.

Al otro día, en la escuela, después de las cargadas de rigor, Manuel se encontró con Nico en el baño, antes de entrar a clase. Nico lo miró sorprendido y sonrió tímidamente.

M: - Lo que todavía no pude encontrar es la forma de que me quede mojado. Porque si me lo mojo, se sale el gel y se me plancha; a mí me gusta así parado.
N: - Pasa que tenes que usar un gel especial. Creo que acá no está. Me lo trae mi papá cada vez que viaja a Miami. Si querés le digo que te traiga. Mirá que sale caro, no creo que lo puedas comprar con lo que gana tu papá...
M: - Ah, bueno, igual avisame cuando viaje tu papá de nuevo. Chau.

Con la sonrisa borrada y los ojos tristes, Manuel entró a clase, se sentó y creyó comprender lo que le había querido decir el peluquero con eso de "cuando seas más grande vas a entender". Respiró profundo, cerró los ojos y creció. Aquel día Manuel creció.

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